Por: eduardo a arias a

Seguir por televisión las elecciones en los Estados Unidos resultó ser un plan con alta dosis de suspenso, dramatismo y terror, como fruto de una campaña altamente explosiva y perturbadora.

El mundo entero observó como las viejas rivalidades que se dan en el deporte americano y se viven en sus tiras cómicas, se trasladaron a la política con la misma vehemencia con que los aficionados sufren un encuentro entre los Yankees de Nueva York y las Medias Rojas de Boston.

Los anuncios sobre los resultados electorales eran similares a un disputado partido de baloncesto donde los Celtics y Lakers despliegan toda su energía y potencia en busca de una cesta ganadora de tres puntos de oro.

Aquí, para seguir con el símil deportivo, parecía verse un sangriento combate de largo aliento entre Muhammad Ali y George Foreman, propinándose violentos jabs, rectos y uppercut que hicieron tambalear a los candidatos durante tres días seguidos.

Cuando Trump cayó a la lona, Biden descubrió que, a pesar de su victoria, la estructura política de su partido había quedado debilitada y estropeada en muchos aspectos, ante los puntos alcanzados durante la contienda por su poderoso contrincante.

Hoy, la pregunta que inquieta al mundo es, ¿por qué 72 millones de norteamericanos respaldaron con tanto entusiasmo e ímpetu a un candidato señalado de cosas francamente reprochables?

Los analistas, según sus intereses y tendencias políticas –ahora son así los analistas- esgrimen y esconden argumentos hechos a la medida de su rigor periodístico (el rigor está en peligro de extinción, como cualquier bicho raro).

Pero la explicación que se esgrime en las esferas norteamericanas y en muchos países, ponen de manifiesto como el talante pendenciero y arrogante del presidente despertó en la masa blanca estadounidense un sentimiento de patriotismo exacerbado que antepone su raza y su preferencia de capitalismo salvaje a cualquier otra condición ciudadana.

La supremacía blanca, el apego a las armas, los negocios y el empleo por encima de cualquier consideración humana o ambiental, el inhumano rechazo a razas con otro color de piel, acento, idiomas, costumbres, idiosincrasias, las alianzas con poderes inescrupulosos, la guerra como alternativa de la razón, el conveniente desconocimiento de lo institucional, de los derechos, de los deberes, de lo sagradamente constitucional…esto y peores cosas más tienen a Trump con la mitad de Norteamérica en sus bolsillos.

Va a ser muy difícil apaciguar las gavillas conservadoras llenas de furia, odio, discriminación, revancha y de patrañas mentirosas que vendrán por parte de Trump y de su bancada republicana contra cada movimiento del gobierno Biden que estará obligado a moverse con cuidado en un campo minado de retaliaciones, al tiempo que deberá consolidar una ambiciosa agenda política que minimice la rabiosa acción de su oponente.

La historia no acaba aquí, y ya veremos fuerzas políticas del mundo entero alentando a Trump a continuar con su quehacer político, mientras otras vertientes intentarán brindarle soporte y oxígeno al presidente electo más débil de los últimos años.

Sólo sabemos que la Norteamérica del águila calva retrocedió vertiginosamente al viejo Oeste donde imperaba la ley del revólver más rápido en desenfundar, y en este rústico escenario del cowboy, Trump siempre tiene un arma letal bajo su gabán de pistolero.

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