En el siglo de la internáutica y de la velocidad, Colombia sigue en manos de unos dinosaurios políticos interesados en llenar sus hondos bolsillos con los negocios públicos, sin ninguna intención real de trabajar por el bienestar, el desarrollo y por la defensa de la vida de sus empobrecidos copartidarios…damos lástima!
eduardo a arias a
Los partidos colombianos son organismos sin estructuras vivas, vacíos de ideología y sin ningún sentido de organización política.
Su liderazgo lo ejercen expresidentes que durante sus perversos mandatos no generaron las transformaciones de fondo que la sociedad reclama hace ya centenares de años y, por el contrario, durante esos gobiernos se arraigaron problemas catastróficos como la violencia, la pobreza, el narcotráfico, la corrupción, el desmoronamiento de la ética pública, los privilegios de clase y la exclusión social en todas sus expresiones.
En la calle todos los colombianos saben que estas bancadas políticas son una peste llena de privilegios y de arandelas que los sitúan en una cumbre de poder cada vez más alta y alejada de sus despistados electores.
Verlos actuar en el congreso con discursos deshilvanados, defendiendo intereses, lanzando bocanadas de odio y haciendo jugaditas sucias y rastreras para imponer leyes al capricho de sus gamonales, es un espectáculo doloroso que desata la ira y el malestar de una sociedad con su autoestima quebrantada por los mal llamados dirigentes.
Colombia sufre y se retuerce de impotencia ante la insensatez de unas fuerzas políticas que, en su afán de preservar sus botines y sus privilegios, nos arrastran a un abismo violento y catastrófico, donde nos inmolaremos por banderas sucias, enclenques y revanchistas.
Y para colmo, estamos lejos, lejísimos, de resolver nuestro destino como nación, porque los hombres del poder, (egoístas, acaparadores, monopolizadores y sanguinarios) no están dispuestos a perder ni una pizca de sus degenerados privilegios, cueste lo que cueste.
Pregunta: ¿Y este costo quién lo paga?
Respuesta: El colombiano promedio, mal remunerado, víctima de todas las violencias y sometido a cuanto despropósito le quieran recargar sobre sus destrozados hombros de ciudadano de calle, temeroso, silencioso y sumiso. ¡Así como les gusta a ellos!
Y para mayor desgracia nos proponen, en nombre de la democracia, que vayamos a elegir 32 gobernadores, 418 diputados, 1.102 alcaldes, 12.072 concejales y 6.885 ediles, la mayoría CORRUPTOS!
Porque somos nosotros, los ciudadanos de a pie, quienes salimos dizque a ejercer el derecho democrático para elegir a una serie de personajes que ni siquiera conocemos y que tampoco están preparados para administrar los recursos públicos, ni gerenciar el desarrollo de sus regiones…tamaña locura e insensatez.

Y aquí entonces aparece la responsabilidad total de los partidos políticos que nos llevan cada dos años a esta misma aberrante situación de maquinarias electorales francamente politiqueras.
Ningún partido político prepara a sus fichas para ejercer los cargos electorales a los que aspiran, y eso se descubre en el discurso que todos estos candidatos le presentan a sus electores. Discursos disparatados, cargados de promesas imposibles de cumplir, llenos de mentiras, de odio, de revanchismos. Buscando inocular miedos y aceptación de la violencia como instrumento apaciguador, y normalizando el tráfico de influencias como carnada electoral.
Entonces se volvió necesidad urgente que cada partido prepare a sus candidatos según la corporación o cargo al que aspira, incluyendo la presidencia, ministerios, departamentos descentralizados y demás cargos públicos a los que quieran llegar. Discursos políticos, manejo de recursos públicos, planeación, clima político, organización de comunidades, legislación ambiental y todo lo concerniente que exige un cargo de elección popular, debe ser materia de estudio y preparación por parte de cualquier aspirante político.
Esa es la mínima tarea respetuosa que los partidos deberían hacer por Colombia. Presentarnos candidatos idóneos para sus aspiraciones y cargos, comprometidos con las necesidades de sus electores. Pero esto aquí se vuelve un cuento meloso de hadas que jamás tendrá un final feliz, porque la política se ejerce hoy para enriquecerse, enriquecer amigos y llenar de privilegios a los delfines del Estado.
Por ejemplo en Bogotá. Un exministro de guerra mal posesionado y un mediocre director de la policía, aseguraron que tenían la fórmula para erradicar la inseguridad de la capital. En sus cargos no hicieron nada y como candidatos ya descubrieron la fórmula…el chiste se cuenta solo. ¡La política asquea!
























