
La imagen del pesebre de mi casa que más me gustaba, siempre fue la de un pequeño burro sobre el que iba montada María cargando a Jesús, con José a pie llevándolos de cabestro. La figura tiene como nombre “la huida” y corresponde al momento en que la santa y pobre familia huye acongojada, con miedo, con la impotencia de quienes no tienen más que la vida para cuidar la de su hijo amenazado de muerte por Herodes. Huyen de Belén a Egipto para resguardarse, viviendo intensamente el mismo y doloroso drama de nuestros desplazados.
Desde todos los caminos.- “A mediados de 2011, luego de un año de penurias y en medio de un invierno interminable, encontramos donde vivir, lejos, muy lejos de nuestra tierra y de nuestros recuerdos de infancia. No quiero enseñar geografía con mi desgracia ni con la de mis compañeros de viaje, sólo quiero revelar que otra vez estamos en marcha sin rumbo fijo…ya no sé qué significa ser parte de un país, ni de nada”.
La dimensión de esta desdicha nacional es tan grande, que ya no importa a nombre de quien se escriture. Por eso el personaje que narra esta historia no tendrá terruño de donde proviene, ni rostro, ni señas particulares. Pertenece, por el tamaño de la desventura y de la ignominia que lo persigue, a todos los caminos de nuestro amenazante país. Es apenas uno de los ya casi nueve millones de colombianos que han sufrido este flagelo.
“Todo empezó en el 2003 cuando una noche tenebrosa, hombres armados
pertenecientes a uno de los frentes paramilitares llegaron a mi rancho y me obligaron a mí, a mí esposa y a mis dos hijitos, a presenciar una carnicería humana contra vecinos que se opusieron a despojos de tierras”.
“Después del último lamento un masacrador puso en nuestras caras el cañón de su fusil en una especie de macabra ruleta rusa, mientras nos amenazaban de muerte si continuábamos viviendo ahí. Un ultimátum que todos agradecimos llenos de terror y desespero”.
“Mi rancho, levantado arriba de una loma desde donde se podía ver el entorno en que crecimos mis padres, una hermana y yo, era nuestro minúsculo paraíso. Todo lo que allí había fue levantado con inmensa satisfacción con nuestras manos. El café, la caña, el cacao, la yuca, las frutas, las plantas, los árboles, un pequeño potrero con tres vacas y un caballo viejo, además de muñeca, nuestra perra criolla y una veintena de gallinas, era todo nuestro patrimonio. Quince hectáreas de las que vivieron mis padres hasta su muerte y de las que se despidió mi hermana cuando con su marido se fue a vivir a la ciudad, dejándome a mí al frente de la herencia”.
“Era una nueva realidad de la que ya sabíamos. Los despojadores de tierra imponían su brutalidad y a cualquier costo se quedaban con las pequeñas parcelas de todo un territorio alejado de las seguridades que nos debería brindar el gobierno de turno. Pero no. Ya nos enseñaron la crueldad con que actúan y mi obligación es salvar a los míos.”

“Temblorosos, en medio del espanto por presenciar la horrible muerte de nuestros vecinos, nos apresuramos a empacar en bolsas de plástico algunas pocas cosas. Solté las vacas, ensillé el caballo donde mi esposa viajó con nuestros hijos, vacié lo que quedaba de maíz en el patio de gallinas y partimos sin decirle adiós a nuestro rancho”.
“Salimos para salvar la vida, pero no sabíamos qué hacer con ella. Desde el amanecer hasta la mitad de la tarde de aquel día, caminamos en silencio al pueblo más cercano. Muñeca fue mi compañera de camino. En el trayecto encontramos a otros pobladores que también huían, pero decidimos no hablarnos entre nosotros. Llegamos a pedir ayuda.”
“Nos ubicaron a todos en una enorme casa desocupada que ya había resguardado a otros desplazados. Por cualquier peso vendí el caballo con la silla y pregunté por un transporte que nos llevara a la ciudad donde vive mi hermana.”
“Después de una larga y tormentosa noche en aquel refugio, nuestro encuentro de familia fue desolador. Mi hermana, su esposo y sobrinos nos acogieron con amor y con tristeza. ¿Por qué pasan estas cosas en mi país?”
“Desde la condición de desplazados, con mi esposa salí todos los días temprano a buscar trabajo. Y algo conseguíamos aquí y allá, haciendo oficios nuevos y enfrentando con dolor esta realidad. Pronto encontramos una pequeña vivienda donde estar independientes, pero mi hermana, siempre cuidó de mis hijos.”
“Meses después y por invitación de un vecino solidario con nuestro drama, empezamos a vender líchigo en las afueras de la plaza de mercado municipal como trabajadores informales. Aprendimos a negociar con la policía, pero ya antes habíamos arreglado con los extorsionistas…con esto resuelto trabajamos duro, sin descanso, obteniendo buenos resultados que ahorramos con juicio”.
“A principios del 2007, después de una buena temporada navideña, la vida nos hizo una inesperada jugada. Ya el atroz hecho que nos había separado de nuestra finca estaba parcialmente superado en nuestros corazones. Pero quienes hemos vivido en el campo, extrañamos profundamente trabajar y vivir en él.”
“Al amanecer de cualquier día, un camión con placas de un municipio cercano a nuestra finca usurpada llegó con una carga de yuca. Reconocí su calidad por su peso, color, tamaño y textura. Crecí sembrando, cosechando y alimentándome de este producto toda mi vida. Negocié, compré algunos bultos y decidí entablar conversación con el chofer.”

El panorama desesperanzador que deja a su paso el conflicto armado en Colombia parece que no tuviera fin. Tan solo en los tres primeros meses de este 2020, las acciones violentas de los grupos armados ilegales dejaron más de 10.000 personas desplazadas, según informó la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, OCHA.
“Por miedo, pero sobre todo por seguridad, no hablé de mi desgracia ni de nada que nos comprometiera como familia. Simplemente le dije: ¿Paisano usted viene de las montañas de oriente?”. El hombre asintió y empezó a contarme como estaban las cosas por allá, donde importantes empresarios cultivaban enormes hectáreas de palma, transformando el paisaje con gentes de otras regiones.”
“La yuca se continuaba sembrando en algunos campos alejados, conservando su buena calidad. Pero el hombre se movía por distintos departamentos comprando plátano, naranja y cuanto cultivo consideraba buen negocio.”
“Entonces hice la pregunta equivocada… ¿y en sus recorridos no ha visto una tierrita barata y bonita que yo pueda comprar?
“Y claro, me describió una tierra en otro departamento, lejos del mío, con acento y clima distinto, pero con buenas posibilidades de negocio. El paisano conocía al vendedor de la tierra y me invitó a conocerla.”
“Mi esposa dijo NO! Pero poco a poco la convencí, y entonces viajé a conocer nuestra segunda oportunidad con la tierra y mi país. Tenía ocho hectáreas, sembrada en caña brava y algunos árboles frutales, plátano y un pequeño lago con mojarra. La casa apenas era habitable, pero yo sabía como mejorarla. No muy lejos había un colegio y a pocos minutos pasaba la flota que nos llevaba al pueblo.”
“Antes de negociar pregunté intensamente sobre la seguridad de la zona y al parecer todo estaba bien. Cerca había un batallón de montaña y no se hablaba de presencia de hombres armados.”
“Mi corazón no cabía en el pecho de la felicidad de saber que volvería al campo a hacer lo que más me gustaba en compañía de mi familia. Trabajamos duro. Reparé y mejoré la casa. Distribuí el uso de la tierra. Adecué el lago. Aprendí todo sobre la caña brava y conocí a sus compradores…después de sacrificios y días difíciles, nuestro esfuerzo empezó a dar sus frutos.”
“La vida volvió a ser dulce con nosotros. Disfruté cada amanecer y atardecer que nos regaló aquel paisaje campesino. Pero llegó la guerra vestida de guerrilleros, paramilitares y ejército, y con ella la peor amenaza del mundo…las tres fuerzas estaban reclutando menores y mis hijos preadolescentes ya eran un botín de guerra para ellos.”
La Oficina de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) informó que, entre enero y mayo de este año, se han presentado 43 emergencias por desplazamiento masivo afectando a más de 13 mil personas en los departamentos de Nariño, Chocó, Valle, Antioquia, Cauca, Norte de Santander, Caquetá, Córdoba, Bolívar, Tolima, Huila y Putumayo.
“Y otra vez, esta para proteger a nuestros hijos, huimos apresuradamente de aquel dulce terruño y nos refugiamos en un país vecino donde nos aceptaron como víctimas de la violencia colombiana. Que vergüenza sentíamos tener que recurrir a otro país para que nos brindaran la seguridad que el nuestro no estaba decidido a ofrecernos…éramos un número estadístico para organismos internacionales y un aburrido problema para el gobierno de turno.”
“Para cruzar la frontera y evadir las fuerzas guerreras que nos amenazaban, debimos elaborar un detallado plan de fuga que no llamara la atención de nadie. Caminamos largas jornadas en las noches ocultándonos en el día, observando desde lejos y desde los distintos cambuches que improvisamos, la frenética actividad de los grupos armados…daban miedo, terror!”
“Largos meses después, una ONG colombiana nos rescató y nos ingresó a un programa de cooperativas campesinas al que nos acogimos por los beneficios que nos ofrecían, en un campo recuperado por el gobierno al que llegamos en condiciones mínimas de comodidad.”
“La comunidad campesina decidió que yo fuera su vocero ante las autoridades para manifestar nuestras necesidades más apremiantes y así fue como mi nombre empezó a sonar en aquel entorno que olía a sal marina y a tierra fértil.”
“Desde que llegamos empezaron las amenazas, pues las tierras se recuperaron con procesos a través de los cuales el Gobierno logró obtener para nosotros tierras productivas. Había miedo, pero a la vez estábamos cansados de temer. Era el momento de enfrentar nuestro destino.”
Denuncian desplazamiento de 26 familias en los Montes de María
Jueves, 13 Agosto, 2020 –Hacia Zambrano y Plato (Magdalena) se han desplazado 26 familias de la vereda Caño Negro, de El Carmen de Bolívar, en los Montes de María, por la incursión de grupos armados que han perpetrado al menos cinco asesinatos selectivos en esta zona del departamento de Bolívar en los últimos días.
Así lo denunció en Radio Nacional de Colombia, Jorge Montes, coordinador del proceso pacífico de reconciliación e integración de la alta montaña de El Carmen de Bolívar, y miembro del Espacio Regional de Construcción de Paz de los 15 municipios de Los Montes de María.
“Armamos otro rancho, organizamos los sembrados y los corrales de engorde, y poco a poco la comunidad empezó a defenderse del hambre y de las penurias básicas…entrabamos a la recta final del 2010 y creíamos que el 2011 por fin sería el año del desquite”.
“Pero no, una temporada de fuertes y largas lluvias dañaron los cultivos y dificultaron nuestra labor en el campo. Y a eso se sumó la tragedia de mi vida…la que me destrozó el alma eternamente. Mi hijo menor fue asesinado y quienes lo mataron nos advirtieron que si no dejábamos la región nuestro otro hijo pagaría las consecuencias.”
“Lleno de ira, de dolor, de miedo y de furia ciega, ingresé a la guerrilla, y desde esa trinchera de sangre busqué y alcancé la venganza. Y entonces me transformé en una máquina de odio dispuesto a llegar hasta el mismo infierno. Pero mi hijo sobreviviente y mi esposa me enfrentaron y me sacaron de allí, en un momento de duras confrontaciones armadas.”
“Y ahora estoy a mediados del 2011, huyendo de mí mismo en compañía de mi familia regresando nuevamente donde mi hermana, con el firme convencimiento de que al campo jamás regresaré”.
No cesa el desplazamiento forzado en las zonas rurales del sur de Córdoba y Antioquia
El Espectador 9 sept. 2020 – Desde el 27 de julio se presentó un desplazamiento masivo de cerca de 100 familias que salieron de la vereda La Cabaña, municipio de San José de Uré, Córdoba. Esto luego de un triple homicidio que ocurrió en la zona. La alcaldía reporta casos de desplazamientos individuales hasta la primera semana de septiembre.
“Hoy soy celador de bodegas. Mi esposa trabaja en casas de familia y mi hijo es un joven influenciado por galladas de muchachos que enfrentan difíciles realidades de violencia, sexo, drogas, alcohol, delincuencia…no tienen más futuro que una muerte prematura en cualquier calle de los barrios marginados en los que vivimos.”
“Cuando ese día llegue juré volver a la guerra, porque país para nosotros no hay…los caminos que el Estado nos asegura como campesinos sin tierra, conducen a una profunda fosa de silencio y olvido”.

Chocó…desplazados en tres escenarios
RCN Radio: Enero 2020.- En Alto Baudó, Riosucio, Bojayá y Juradó (Chocó) está la mayoría de los más de 11.000 desplazados que actualmente se refugian en esa región colombiana.
Las comunidades indígenas y afrodescendientes son las más afectadas. Este mes ya se registró el desplazamiento de 28 familias integradas por 123 personas en Nuquí. Las demás víctimas salieron de sus hogares desde el año pasado.
En contexto: Una semana completan desplazadas 123 personas en Nuquí (Chocó)
La secretaria del Interior de Chocó, Nubia Carolina Córdoba, anunció que «el departamento tiene unos once mil desplazados, según un estudio que hicimos recientemente en la Secretaría. De esos once mil, vamos a establecer en el comité cuántos han retornado y en qué condiciones.”
Semana Rural/Germán Izquierdo/Marzo 24.- En Pie de Pató, cabecera municipal de Alto Baudó, Ulises Palacios, alcalde de la población, vive una realidad crítica: el confinamiento de 2.025 personas que huyeron de la guerra entre el ELN y las Autodefensas Gaitanistas y hoy permanecen hacinadas en un municipio que no tiene recursos para mantenerlas.
La crisis humanitaria por cuenta de la violencia comenzó en agosto de 2019, cuando el ELN secuestró a siete personas, entre ellas al candidato a la alcaldía Tulio Mosquera. Desde entonces, la situación sólo empeoró. En agosto, las Autodefensas Gaitanistas asesinaron y decapitaron a un joven de 18 años, y en septiembre, la Defensoría del Pueblo emitió una alerta temprana por la disputa territorial entre grupos armados en la zona rural del municipio. Dos meses después fue asesinado un líder indígena y, a los pocos días, ocurrió el primer desplazamiento masivo.
De acuerdo con datos de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), en noviembre llegaron a Pie de Pató 2.160 personas de 19 comunidades indígenas y afrocolombianas. En marzo ocurrió el siguiente desplazamiento. Largas filas de familias arribaron al municipio desde los corregimientos de Puerto Alegre, La Divisa, Nauca y Morros.
El detonante del último desplazamiento fue el asesinato de cinco personas: cuatro en el corregimiento de Chachajo y otra en Puerto Luis. Las víctimas, entre las cuales se hallaba una mujer embarazada, fueron torturadas, decapitadas y mutiladas por integrantes de las Autodefensas Gaitanistas. Según Nubia Córdoba, secretaria del Interior y de Gobierno de Chocó, “lo más horrible es que a la comunidad se le prohibió recoger los cuerpos. Nadie los podía tocar. Es una estrategia para causar un daño sicológico en la comunidad, para que vean los cadáveres todos los días y sepan qué les espera si colaboran con el grupo rival”.

Nuevo Siglo/Sep. 18.- El deterioro de la crisis humanitaria en el departamento del Chocó llevó a la Defensoría del Pueblo a pedir la activación inmediata de los protocolos y rutas de atención integral, oportuna y diferenciada para al menos 450 personas que debieron abandonar sus territorios debido a combates de las llamadas ‘Autodefensas Gaitanistas de Colombia’ y el Eln en el municipio Alto Baudó, Chocó.
Según el organismo los desplazados pertenecen a las comunidades Embera de Dipurdú, Siorodó, Konondó, Tigre, Docasina, Cañadó y Piedra Mula, que han tenido que huir por el río Dubaza hasta la también comunidad indígena de Catrú Central, ubicada en el mismo municipio.
Además, en 2020 en el Alto Baudó se han desplazado de forma forzosa y masiva 350 familias (1.771 personas); en el Medio Baudó 66 familias (247 personas) y en el Bajo Baudó 10 familias (48 personas), informó la Defensoría.
En cuanto a confinamientos agrega que en el mismo lapso van 776 familias (3.352 personas) en Alto Baudó, y 203 familias (722 personas) en Medio Baudó.
Así mismo, el organismo señala que hace un año emitió la Alerta Temprana de Inminencia No. 041-19 para el municipio de Alto Baudó, debido a la situación de confinamiento y riesgo de desplazamiento que enfrentan los habitantes de las comunidades Urudó Puerto Córdoba, Boca de León, Apartadó, Amparradó, Peña Azul, Cocalito y las Delicias.
En 2020 en el Alto Baudó se han desplazado de forma forzosa y masiva 350 familias (1.771 personas); en el Medio Baudó 66 familias (247 personas) y en el Bajo Baudó 10 familias (48 personas).
Estado que no cuida a sus campesinos, es un Estado indigno!

Obra Nubia Cárdenas
En Colombia casi 9 millones de personas han huido de la violencia y de los usurpadores, superando a Siria, Congo, Somalia, Etiopía, Nigeria y Yemen.


























Me gusto mucho
gracias mi leito…